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La Terminal de Primera Clase de Lufthansa, el regreso a la exclusividad PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 11 de noviembre de 2007

Esta Terminal no es un enorme recinto de lujo para que los pasajeros esperen tranquilamente a abordar su vuelo; no, es precisamente eso: una terminal, con su propia entrada, en donde se realizan todos los trámites de abordaje, desde la documentación hasta el embarque de maletas, sin colas, sin tumultos, sin ruido.

El servicio y la atención que reciben los clientes es similar al de los mejores hoteles del mundo: buenas maneras, eficiencia y rapidez.

 

La Terminal de Primera Clase de Lufthansa, el regreso a la exclusividad

Quienes usan este recinto de Frankfurt, no pasan por el edificio principal del aeropuerto, ni siquiera a la hora de abordar: una limusina los lleva directamente a la puerta del avión

Hace varios años, cuando en las aerolíneas inventaron las salas de espera privadas en los aeropuertos, para que ahí, a los que se denominó gente “VIP” –acrónimo inglés de Very Important People-- en un recinto exclusivo, alejado de las multitudes en las salas generales, aguardaran la hora de subir al avión tomándose cómoda y tranquilamente una copa, leyendo una revista o conversando libres de los murmullos que suelen inundar las terminales, el éxito fue inmediato porque habían creado un producto aspiracional.

Pero, con el paso del tiempo y las estrategias de mercadotecnia, estos salones VIP se democratizaron y, cuando lo que es de unos cuantos se vuelve accesible para muchos, pierde su valor intrínseco.

Así, con la proliferación de programas de lealtad de las compañías, alianzas comerciales, cortesías y el simple incremento de quienes viajan por avión, cada vez son más los que logran acceder a estas salas que, hoy en día, en su mayoría se han convertido, en cuanto al ambiente, en réplicas en pequeño de las grandes salas de espera de los aeropuertos.

Siguen teniendo sus ventajas, como tragos y bocadillos gratis, al igual que diarios y revistas, pero en las horas pico se saturan y aquello se vuelve un hervidero de gente, ruidosas, con maletas que llenan los pasillos y donde en ocasiones no hay ni dónde sentarse. Hoy, en muchos casos, ofrecen una “exclusividad” masificada, con una realidad muy alejada de la idea que las originó.

Por eso había que dar un paso adelante. Había que reinventar el concepto. Había que regresar al principio. Había que volver a hacer sentir a la gente importante que en realidad lo es.

La reinvención del concepto

La primera aerolínea que tomó cartas en el asunto es la alemana Lufthansa, que en el aeropuerto de Frankfurt, su principal hub –centro de distribución de vuelos--, construyó no una nueva sala de espera, sino toda una terminal exclusiva para sus pasajeros de Primera Clase.

Esta Terminal de Primera Clase no es un enorme recinto tipo lounge de lujo para que los pasajeros esperen tranquilamente a abordar su vuelo; no, es precisamente eso: una terminal, con su propia entrada, lejos del aeropuerto a donde llega todo el mundo, en donde se realizan todos los trámites de abordaje, desde la documentación hasta el embarque de maletas, sin colas, sin tumultos, sin ruido.

El servicio y la atención que reciben los clientes es similar al de los mejores hoteles del mundo: buenas maneras, sonrisas constantes, eficiencia, inmediatez, hablar suave y la disponibilidad para resolver cualquier inconveniente o deseo del pasajero.

La paz que se respira en este lugar llega a tal punto, que el grupo que conformamos los diez reporteros que fuimos invitados a conocerlo, más los ejecutivos de la línea aérea que nos acompañaban, tuvo que fraccionarse en grupos de tres, ingresando con varios minutos de diferencia, para no molestar a quienes utilizaban la terminal en ese momento. Quince personas juntas recorriendo el sitio, hubiera resultado un tumulto en ese sosegado recinto.

Con ventanales que iluminan los 1,100 metros cuadrados del Área de Salones, está habitado por pequeñas salas donde se ve a un pasajero o pasajera por aquí, leyendo y tomándose con calma un martini; a otro por allá, trabajando silenciosamente en su laptop, y a alguno más allá simplemente descansando en una poltrona de piel, sin saco, con las piernas sobre un taburete.

Cuenta con bar y restaurante de cocina gourmet, donde no se paga nada, y donde se sirven desayunos, comidas y cenas desde las 5:30 horas hasta las diez y media de la noche. Ofrecen quince diferentes vinos, más de quince tipos de cerveza, diez marcas de agua mineral, 70 marcas de whiskys, diez variedades de té y quince especialidades de café.

Además, dispone de un salón para fumadores, con bebidas y comida también; compartimientos de trabajo con escritorio y teléfono; y Área de Descanso, en un nivel más alto, señalada como “zona de silencio”, con sofás-cama para una siesta, iluminación de regulación individual, espacio para guardar maletas, despertador, espejo y guardarropa.

En el Área de baños se puede tomar una ducha, donde también hay secadoras para el cabello; y, finalmente, escaleras abajo, un Área de Abordaje, a la que también se llega por un elevador, donde hay asistentes personales y acceso a un estacionamiento privado en el que Mercedes Benz y Porsches Cayenne con chofer esperan para llevar al pasajero directamente al avión a través de la pista. De la puerta del auto, subirá una pequeña escalera que lo pondrá en la aeronave. Nunca pasará por el edificio principal del aeropuerto, nunca hará fila con el resto de los pasajeros. Del asiento del Mercedes, llegará a su asiento de Primera Clase en el avión, donde lo reciben con una copa de champaña para empezar a disfrutar el vuelo, aunque, en realidad, ya lo empezó a saborear desde que arribó a la Terminal de Primera Clase de Lufthansa.

Más información:

lufthansa.com

 
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