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Anécdota. La otra cara del rafting PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 22 de julio de 2007

2007 julio 22

La otra cara del rafting

Sucedió en un parpadeo, en un descuido que convirtió el divertido paseo en un trance peligroso. Llevábamos media hora descendiendo el río Filobobos, en la región totonaca de Veracruz, disfrutando del paisaje en los tramos apacibles, donde el agua corre con aparente calma, y gozando de la adrenalina con la emoción de sortear algunos rápidos.

Eran los primeros días de abril, cuando las lluvias aún no comienzan, el nivel del río es bajo y la corriente mansa, propicia para practicar rafting sin mucho riesgo. Embarcados en la lancha inflable, equipados con el casco protector y el chaleco de corcho, el correr del agua verdaderamente se veía perezoso; inclusive en las partes inclinadas, donde se dan los rápidos, todo sucedía de prisa, sin la fuerza que había experimentado en otros ríos. Parecía un simple paseo en lancha, un rafting light para turistas.

Pero al caer en la breve pendiente de un rápido la balsa brincó y la sacudida me tomó distraído. Volé hacia el río, pero me alcancé a sujetar de la cuerda que rodea la lancha. Dentro del agua, pero asido con una mano al cordón, lo que en un principio parecía una tabla de salvación resultó no ser tan buena idea. Mientras hubo suficiente profundidad, el bote simplemente me llevó tras de sí, pero se fue orillando hasta llegar a poca profundidad con un lecho de rocas sobre el cual me comenzó a arrastrar. El dolor pronto me hizo entender que era mejor soltarme, tomar la posición que los instructores enseñan para estos casos: de espaldas a la corriente y con los pies por delante, hasta que encontrara la manera de detenerme. Sorteando el mayor peligro que son las grandes rocas que sobresalen en medio del río, pasé junto a unos troncos anclados de los que me sujeté.

De inmediato llegó a mi lado un miembro de seguridad que tripulaba un kayak, me preguntó si estaba bien y me pidió que no me moviera, hasta que llegó la balsa y pude regresar a ella. Entonces comprendí esa mañana en Tlapacoyan que el rafting parece una actividad sencilla e inofensiva mientras se está arriba de la lancha, pero que se vuelve dramática dentro del agua, por más tranquila que desde fuera parezca la corriente.

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Modificado el ( jueves, 13 de septiembre de 2007 )
 
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