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Una paseo por las nubes en Haliburton, Ontario PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 10 de febrero de 2008

Un paseo por las nubes en Haliburton, Ontario

HALIBURTON. A pesar de ser finales de mayo, el día está fresco, nublado y cuando nos embarcamos comienza una llovizna. Habrá que remar durante media hora para llegar a nuestro destino.

Remar hacia el centro del lago, sin más sonido que el chapalear de los remos al entrar y salir del agua, sin más que ver que bosque, cielo y el quieto suelo líquido por el que avanzamos, sintiendo en el cuerpo las gotas de lluvia, es penetrar, cada uno con sus propios e íntimos pensamientos, en un túnel de sensaciones apacibles que sobrecogen; es navegar hacia un espacio de libertad, lejos de la gran ciudad, del ruido, de las aglomeraciones.

Después de un rato atracamos en una angosta playa seguida de un muro de árboles. Transitamos un breve trayecto entre altísimo troncos que nos hacen sentir muy pequeños, hasta que llegamos a nuestro objetivo. Los guías nos dan las instrucciones, las indicaciones de seguridad y nos colocan un arnés que siempre irá sujeto a un cable que corre paralelo a los puentes colgantes. Así comienza la aventura de una Paseo por las Nubes.

 

2008 Febrero 10

Un caminata cerca del cielo de Haliburton

El recorrido por una extensa red de puentes colgantes, a veinte metros de altura, entre las copas de los árboles de un magnífico bosque, es una de las peculiares experiencias de ecoturismo que la provincia de Ontario ofrece a sus visitantes

Haliburton. Canadá es un país de sorpresas. Canadá es un universo de experiencias. Canadá es el mundo de las exageraciones: es la segunda nación más grande del mundo; sus grandes ciudades, como Vancouver o Montreal, son monumentales; sus pequeñas urbes, como Québec, son notablemente bellas; su sistema social es admirable; su conjugación de urbanismo con naturaleza es ejemplar; sus zonas de tundra son colosales y sus bosques una vastedad de delicadeza, silencio y tranquilidad.

En Canadá, pareciera ser, nada es medroso, todo resulta hiperbólico.

A pesar de su cercanía, durante décadas Canadá fue un país lejano para los mexicanos, al que identificábamos, como iconos absolutos, con hermosos y enormes bosques, y con la policía montada. En los años recientes, los canadienses se han esforzado por mostrar en nuestro país que, además de grandes concentraciones de árboles, tienen una extensa lista de atractivos turísticos que incluye desde centros de esquí en nieve, hasta arquitectura, gastronomía y museos, entre muchos otros. Campañas que les han dado buenos resultados, ya que hoy esa nación no nos es tan ajena como antes, lo cual se refleja en que año con año aumenta el número de mexicanos que, en lugar de vacacionar en Europa o Estados Unidos, se deciden por una visita a algún destino canadiense.

Y sí, en ese país se puede observar de cerca a osos polares en su estado libre y natural, realizar largos recorridos en lúdicos y cómodos trenes, pescar en ríos, vivir auroras boreales o comer en la punta de uno de los edificios más altos del mundo, pero también están los bosques, sus míticos bosques que se mantienen como una de sus mayores atracciones.

La experiencia de recorrer los bosques canadienses no es sólo maravillarse con su espesura y los tintes de su follaje, es también navegar sus ríos, toparse con su fauna. La emoción es grande cuando, a unos cuantos metros de distancia, tu mirada se cruza con la de un alce que se baña en la orilla las quietas aguas, o cuando descubres un búnker de ramas tejidas por castores, por ejemplo.

Estas vivencias, simples pero excitantes, ya son suficientes para regresar contento y satisfecho del paseo. Sin embargo, no todo es contemplación y la emoción del azar del probable encuentro con alguno de estos animales; también hay actividades diseñadas por el hombre para disfrutar todavía más de la naturaleza de este país que aquí resulta inconmensurable.

Caminatas, tirolesas, observación de aves, excursionismo y deportes de montaña son algunas de las opciones. Pero, entre todas ellas, existe una que, por su peculiaridad, resulta una experiencia diferente: una caminata de varios kilómetros entre las copas de los árboles de un tupido bosque, donde han construido un sendero de puentes colgantes a más de veinte metros del suelo. Sí, prácticamente es un paseo por las nubes.

Una caminata en las alturas

A poco más de dos horas por carretera de la ciudad de Toronto, provincia de Ontario, se localiza un pequeño hotel de acogedoras cabañas de piedra: el Sir Sam´s Inn, enclavado en un bosque y a la orilla del lago Eagle.

Es un resort de lujo, con alberca abierta para la época de calor y otra techada para los tiempos de frío. Tiene servicio de Spa, restaurante gourmet y una terraza para tomar una copa mientras checas tus correos en tu laptop, ya que cuenta Internet inalámbrico en esa área.

En el balcón de la habitación puedes pasar horas inmerso en el silencio del lugar, relajado, admirando el lago, los árboles y los pájaros que de repente brincan de una rama a otra. Así de simple. Descubrir los placeres que ofrece la naturaleza no requiere más que de tus cinco sentidos.

Y es aquí, en este resort, donde comienza la experiencia de dar un paseo por las nubes.

Hay que levantarse temprano una mañana y desayunar algo ligero, para luego salir hacia el Bosque y Reserva de Vida Silvestre de Haliburton, una extensa propiedad privada de 24,282 hectáreas, que se ubica a unos cuantos minutos del hotel.

En poco tiempo se abandona la carretera para entrar a un camino de terracería que avanza entre tupidos árboles y lleva a una pequeña cabaña de madera. Ahí se hace el registro obligatorio y la aventura de cuatro horas da inicio.

Junto con dos guías abordas una camioneta que te adentra en este bosque particular, hasta que llegas a un punto donde no puede avanzar más.

A partir de ahí hay que continuar a pie por medio kilómetro, respirando ese aroma de madera y yerba fresca, sobre un sendero alfombrado con hojas secas que bordea el río Pelaw, hasta llegar al lago en que desemboca, donde nos espera una canoa.

A pesar de ser finales de mayo, el día está fresco, nublado y cuando nos embarcamos comienza una llovizna. Por motivos de preservación del medio ambiente, en muchas de las reservas naturales de Canadá no se permite utilizar motores fuera de borda, y ésta es una de ellas, por lo que habrá que remar durante media hora para llegar a nuestro destino.

Remar hacia el centro del lago, sin más sonido que el chapalear de los remos al entrar y salir del agua, sin más que ver que bosque, cielo y el quieto suelo líquido por el que avanzamos, sintiendo en el cuerpo las gotas de lluvia, es penetrar, cada uno con sus propios e íntimos pensamientos, en un túnel de sensaciones apacibles que sobrecogen; es navegar hacia un espacio de libertad, lejos de la gran ciudad, del ruido, de las aglomeraciones.

Después de un rato atracamos en una angosta playa seguida de un muro de árboles. Transitamos un breve trayecto entre altísimo troncos que nos hacen sentir muy pequeños, hasta que llegamos a nuestro objetivo. Los guías nos dan las instrucciones, las indicaciones de seguridad y nos colocan un arnés que siempre irá sujeto a un cable que corre paralelo a los puentes colgantes.

Por medio de una corta escalera recargada en un árbol subimos a la parte más baja del sendero de madera. Y, a partir de ahí, iniciamos el ascenso hasta alcanzar los veinte metros de altura.

El ancho de los puentes no es mayor a treinta centímetros, por lo que se avanza despacio, con ambas manos sujetas a sendos cables que hacen las veces de barandal. Mientras más se asciende, uno va sumergiéndose en un mar vegetal de troncos, ramas y follaje, que pasan ante los ojos como si se estuviera en un parsimonioso elevador, con la diferencia de que aquí el suelo se mece en un bamboleo que le pone más palpitación a la experiencia.

Una vez alcanzada la altura máxima, el resto del paseo parece reducirse a algo muy elemental: recorrer los puentes colgantes observando todo lo verde, frondoso y tupido que puede ser un bosque, sintiéndote en las nubes, y a ratos deteniéndonos para gozar desde las alturas de la vista del lago que se extiende inconmensurable ante nuestra mirada.

El paseo es fascinantemente, pero cansa. Así que nos estacionamos a tomar un respiro en una plataforma empotrada en la copa de un árbol. Ahí otra vez el silencio y la contemplación se imponen. Podemos comentar las incidencias de la caminata, pero mientras bebemos agua y comemos unas galletas, sencillamente preferimos seguir dentro de nosotros mismos, para continuar mirando desde las alturas ese bosque, ese lago, ese todo que hace de este recorrido, tan aparentemente sencillo, una experiencia espectacular.

DETALLES

*Al realizar este paseo, las medidas de seguridad son extremas. Los arneses siempre están revisados y en perfecto estado, además de que los visitantes reciben instrucciones al respecto.

*Los guías pasan por un entrenamiento previo sobre el equipo a utilizar y los procedimientos a realizar, además de que conocen muy bien el bosque.

*El costo es de 95 dólares canadienses por persona, que incluye una visita al Museo del Lobo.

*El máximo es de doce personas por tour.

*La edad mínima para participar es de diez años.

*Todos los menores deben ir acompañados de un adulto.

*No es posible llegar y pedir el servicio. Hay que reservar antes, por medio de teléfono o correo electrónico.

Más información:

www.haliburtonforest.com

Tel. (705)-754-2198

*Hotel: www.sirsamsinn.com

MINIAGENDA

*La mejor manera para llegar es volar desde la Ciudad de México a Toronto, en un vuelo directo por Air Canadá, y de ahí seguir por tierra hacia Haliburton.

*Los ciudadanos mexicanos no requieren visa para entrar a Canadá.

*Una curiosidad de la Reserva de Haliburton es que también se puede hacer un paseo de 90 minutos en submarino por el Lago MacDonald. La nave alcanza los 21 metros de profundidad y tiene capacidad para cinco pasajeros.

*Cerca de Haliburton se encuentra la localidad de Peterborough, un típico pueblo que alberga el Museo de la Canoa, el cual es muy importante en este país que fue colonizado a través de este medio de transporte.

Más información:
www.canoemuseum.net

www.ontariotravel.net

www.canada.travel

PIES DE FOTO:

FOTO 1: Un sendero largo y sinuoso, pero emocionante. OFICINA DE TURISMO DE ONTARIO

FOTO 2: La canoa espera para el regreso bajo la lluvia. ATM

FOTO 3: Vista del lago desde las alturas. ATM

Milenio Diario. Suplemento TornaVuelta

Modificado el ( miércoles, 13 de febrero de 2008 )
 
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