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El Mazatlán de hoy luce tres rostros distintos PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 05 de agosto de 2007

2007 agosto 5

El Mazatlán de hoy luce tres rostros distintos

El destino de playa más famoso de Sinaloa, presume tres ofertas diferentes que se complementan y hacen de este puerto del Pacífico una fuerte opción para vacacionar: la cultura en su Centro Histórico, lo tradicional en la “Zona Dorada” y lo moderno en el Nuevo Mazatlán


Mazatlán.
Cuando a las once de la noche comienzan a guardar las botellas en el bar del Inn at Mazatlán y ya no se tienen ánimos de salir a la calle a continuar la velada en alguno de los bares o discotecas que a esa hora le dan vida a la avenida Camarón Sábalo, columna vertebral de la “Zona Dorada”, pero tampoco hay el suficiente cansancio como para irse a la cama, lo mejor es pedir un último trago al cantinero y dirigirse copa en mano al antro que nunca cierra y que está a unos cuantos pasos, dentro del mismo hotel: La Barda.

La Barda es simplemente eso: una barda. Es un ancho muro de piedra, de un metro de alto, junto a la alberca, que marca el límite del hotel. Después de ella, en un breve declive, está la ancha playa y luego el mar.

Ya es costumbre de los huéspedes terminar la noche aquí. Uno llega a esa larga valla pétrea que sirve como mesa, jala una silla o un camastro y se sienta frente al océano, con los pies sobre la barda, a beber y a conversar sin prisa, disfrutando de la brisa que por las noches resarce del duro sol de todo el día. La negrura de la medianoche es más grande que el mar y se lo traga, lo envuelve y se hace uno solo con él, pero se puede adivinar que sigue ahí por el rítmico romper de las olas que llegan al oído y en los destellos de luz de luna que rebotan en la espuma que se esparce por la arena en cada nueva arremetida.

Mientras más pasa la noche los grupos de amigos y las parejas arriban con sus six de cervezas a este lugar que ya es famoso entre los asiduos. En La Barda, como lo bautizaron, se llega a cualquier hora sin pedir permiso, no hay que pagar cover ni esperar a que el mesero atienda, se puede fumar libremente y saborear largos besos en la penumbra, goza al aire libre de la noche tibia de verano, escuchar música de crestas batientes y ocultarse en la oscuridad que todo lo permite.

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Sentado en una silla alta, un hombre toca con su saxofón una lenta melodía de jazz en la orilla de la Plaza Machado, frente a un sinnúmero de mesas repletas de comensales que cenan en la calle peatonal. Prácticamente todos los edificios decimonónicos que encierran por los cuatro costados a esta plazoleta están habitados por tiendas, bares y restaurantes que por la noche no se dan abasto para recibir a tanta clientela. El ambiente es bullicioso pero relajado, con una luz tenue que invita a tomar a una mesa y beberse unos martinis, a cenar unos callos de hacha o unos camarones que en esta región de México resultan prodigiosos, o una carne jugosa y suave. A unos metros de distancia, frente al Pedro y Lola, el restaurante más famoso de la plaza, dos muchachas regalan sutiles bossa novas tan sólo con un órgano y una guitarra. Enfrente, del otro lado de la breve explanada, un trío va de mesa en mesa cantando boleros para los que ya se instalaron en el trago y están en la tesitura del dolor y la nostalgia. A esta hora, la Plaza Machado es un algo compacto, pero muchos sitios a la vez; muchos ambientes, muchos ritmos, varias formas de disfrutar un mismo lugar, depende del humor con que se llegue y de lo que se traiga en el alma. Sus árboles de follaje espeso, con racimos de flores amarillas y vainas que cuelgan como barbas de sus ramas, que en el día sirven para que cualquiera tome un respiro bajo sus sombras sentado en las bancas de hierro forjado, en la noche le dan a la plaza un aspecto taciturno que hace juego con la tan diferente música que ahí se escucha. Pero, al mismo tiempo, la belleza rescatada de los edificios que datan del siglo XIX y de principio del XX que sirven de marco al lugar le dan un halo de señorío y calidez que hacen que este lado del puerto contraste notoriamente con la “Zona Dorada”, repleta de agitación, de hoteles, comercios, restaurantes, bares, cafés, discotecas, en inmuebles construidos en su mayoría en la segunda mitad del siglo pasado.

La Plaza Machado, ombligo del Centro Histórico de Mazatlán, donde a unos pasos se encuentra la joya del teatro Ángela Peralta, en el que se pueden escuchar conciertos de música clásica y ópera, es junto con todo su entorno de arquitectura afrancesada el elemento diferenciador de este puerto con respecto a cualquier otro destino de playa del país. No es un paraíso inventado y sin alma como Cancún, ni la vorágine de neón y convulsión de Acapulco; no, sólo aquí se puede encontrar esta dualidad, únicamente aquí es posible disfrutar de ambas cosas.

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El Centro Histórico de Mazatlán, que data de hace dos siglos, y la “Zona Dorada”, que comenzó en 1951 con la edificación del hotel Playa Mazatlán donde en aquel tiempo había una laguna, no están uno junto a otro ni mucho menos imbricados. Ambos, tan diferentes, se dan un mutuo respiro con el apacible malecón de doce y medio kilómetros que los separa y une.  Este malecón, el más largo de México y el segundo más prolongado de América Latina, resulta un reposado paseo para correr, andar en bicicleta o simplemente caminar junto al océano Pacífico, admirando las diferentes esculturas que lo adornan. Es una extendida transición entre el típico ambiente de cualquier destino de sol y mar moderno, y el regreso al pasado que significa llegar al Centro Histórico con su atmósfera porfiriana. Es una excursión dominical para las familias de mazatlecos que comparten con los turistas, donde se pueden detener a comer mariscos en algún puesto ambulante; donde se mira a los pescadores regresar de la jornada en altamar para limpiar ahí mismo en la playa sus pescados mientras grupos de pelícanos parados en la arena los miran atentos, en espera del momento en que arrojen las vísceras para conseguir comida sin mucho esfuerzo; en tanto que las amas de casa, con la misma paciencia que esas aves, aguardan para comprar alimento fresco y barato.

El luminoso malecón de Mazatlán es una enorme ventana al mar que sus habitantes tuvieron la sabiduría de conservar, al contrario de muchos otros lugares del país donde la playa está privatizada de facto, oculta tras las fachadas de los edificios, y para verla es necesario hospedarse en un hotel de cinco estrellas.

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La “Zona Dorada” inicia donde se acaba el malecón y termina en la marina. A partir de ahí, está naciendo otro Mazatlán, el “Nuevo Mazatlán”. En esta zona, el trabajo de albañiles es constante: se ven cimientos que comienzan, castillos de muros que se levantan, obras negras a punto de concluir y otras ya estrenadas. Son edificios condominales, fraccionamientos, campos de golf, hoteles, Spas y comercios que ya le dan a este destino un rosto rejuvenecido y moderno.

Hasta el momento, el paradigma del Nuevo Mazatlán que se está conformando es el hotel Pueblo Bonito Emerald Bay, ubicado en la calle que lleva el nombre de Ernesto Coppel Campaña, quizá el padre de su dueño, Ernesto Coppel Kelly. Su arquitectura se ajusta a la del Mazatlán del siglo XIX y asemeja a una antigua pero lujosa hacienda, con leones de piedra y pavorreales vivos a la entrada, y una recepción circular con columnas dóricas. Apenas tiene 325 habitaciones, con tarifas que inician en los 325 dólares diarios por noche, pero es una propiedad muy extendida con amplios jardines que lo mismo guardan cascadas, que pequeños lagos artificiales con flamencos rosados, y rincones donde aparecen estatuas griegas o romanas.

Este hotel se encuentra en plena expansión, la cual concluirá en el 2012, cuando llegue a 600 cuartos, más un campo de golf, otro lago, fraccionamiento, Spa, restaurantes y tiendas, con una inversión total de mil 400 millones de dólares, de los cuales ya han invertido 780 millones.

Así es hoy Mazatlán, con tres rostros que lo definen: el viejo recién pintado, el del Centro Histórico; el tradicional en la “Zona Dorada”; y el moderno en el Nuevo Mazatlán. Un destino de sol, playa y cultura para todos los gustos.

DETALLES

Qué más hacer

*La oferta turística de este destino de Sinaloa incluye deportes de playa y acuáticos, tenis en los principales hoteles o en clubes de la ciudad y bicicleta de montaña.

*Pero el deporte estrella de este sitio es la pesca deportiva en alta mar. Sus aguas son famosas por estar habitadas por el pez vela, dorado y marlin.

*Varios de sus hoteles tienen una buena infraestructura para la realización de congresos y convenciones.

*Su vida nocturna también es intensa. Puede comenzar con una cena en el Centro Histórico y continuar en algún bar o antro de la “Zona Dorada”, donde las noches son muy vivas.

MINIAGENDA

Para no olvidar

-Mazatlán tiene una amplia oferta de centros de hospedaje, comenzando con los distintitos hoteles de la cadena El Cid: elcid.com. También están, entre otros, Pueblo Bonito Emerald Bay: pueblobonito.com; The Inn at Mazatlán: innatmaz.com; y los Sabalos: lossabalos.com.

-Para comer o cenar, no dejes de ir al Vittore, de comida italiana; y a Los Arcos, de mariscos.

-Con presentaciones de obras de teatro, ópera, ballet y conciertos, en octubre y noviembre se desarrolla el Festival Sinaloa de las Artes, en sitios como el teatro Ángela Peralta, Plaza Machado, Museo de Arte y el teatro Antonio Hass.

-También en noviembre se lleva a cabo el Torneo de Pesca Deportiva Billfish Classic, en la Marina El Cid. Se captura y suelta pez vela, marlin y pez espada.

PIE DE FOTO

Mazatlán es un destino de playa con una intensa vida cultural que tiene su mayor expresión en el teatro Ángela Peralta y en las escuelas de arte ubicadas en su Centro Histórico. Ahí mismo, la Plaza Machado es un buen lugar para iniciar la noche cenando al aire libre. Durante el día su oferta es típica de un destino de sol y mar, en los hoteles de la “Zona Dorada” o en los desarrollo del Nuevo Mazatlán.

Hay que recorrer su malecón y aprovechar la oferta de deportes acuáticos en los que se incluye de manera preponderante la pesca en alta mar. También es un destino de productos Premium, con campos de golf, Spas y marinas.

Milenio Diario. Suplemento TornaVuelta

 
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