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Anécdotas. El mal servicio del Hotel W PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 17 de junio de 2007

2007 junio 17

El mal servicio del Hotel W

Ciudad de México. Hace unos cuantos años, Starwood inventó los hoteles de “estilo de vida” y los nombró simplemente W. Su clientela son jóvenes pudientes y gente madura alivianada.

La personalidad desenfadada de los Hoteles W les ha dado fama mundial, pero parece ser que en México aún no logran entender del todo el concepto. Confunden relajamiento con laxitud. Por ejemplo, su personal que espera a la entrada, cuyo objetivo es dar una primera impresión amigable y de confianza, parecen cadeneros de discoteca.

Hace unas semanas acudí a un coctel al W de Polanco, sin saber el salón donde sería, por lo que me dirigí a la mesa del concierge, donde atendía una pareja. Ella hablaba por teléfono, así que le pregunté a él. “Mmmm, no sé, déjame ver”, contestó y antes de que revisara una hoja de papel, la chica, que había puesto atención, le dijo: “Creo que es en el tercer piso”. “¡Ah!, sí, es en el tercer piso”, me repitió él, transformando el “creo” en un hecho confirmado. Subí, revisé todos los salones y nada. Tomé un teléfono junto al elevador y le repetí la pregunta a la chica que contestó en el botón donde resuelven todos los problemas. Después de unos segundos me afirmó tajantemente: “Lo siento, pero no tenemos ningún evento de esa empresa”. “¿Estás segura? Es hoy, a la siete de la noche”, insistí, pero obtuve la misma respuesta. Pensando que era un error mío, decidí regresar a casa. En el diminuto ascensor me topé con un ejecutivo del hotel que amablemente preguntó: “Qué tal tu evento. ¿Bien?” “No. Me equivoqué, no es aquí”, contesté. “¿A cuál vienes?”, inquirió. “A un coctel de Hyatt”, contesté mientras la puerta se abría en la planta baja. “Sí es aquí. Está en la terraza”, dijo al tiempo que oprimía un botón del tablero y se iba sin decir más. La puerta se cerró y dejé que el elevador subiera. Salí a la terraza y, efectivamente, ahí era.

Más tarde, conversaba con un ejecutivo de Hyatt e inesperadamente la música de fondo elevó su volumen dificultando la plática, hasta que mi interlocutor, molesto, fue personalmente a disminuirlo. “¡Qué servicio el de este hotel! Debería estar aquí algún empleado, atento a estas cosas”, se quejó conmigo. No sé como será estar hospedado en el W, pero sí sé que, al menos como invitado a un evento, no salí de ahí con la idea de que sea uno de los mejores hoteles de México, como ellos afirman.

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