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Madrid, la misma impulsiva de siempre PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 28 de enero de 2007

2007 Enero 28

Madrid, la misma impulsiva de siempre

Esta ciudad no requiere de itinerarios. Simplemente hay que lanzarse a sus
avenidas, a sus rincones, retornar a los caminos o descubrirlos, ir sin reloj
ni prisa para deambular y recoger todo lo que nos vayan mostrando al paso


Madrid.
Hacía quince años que no estaba en Madrid y, después de todo lo que ha vivido en los últimos tres lustros, esperaba encontrar una ciudad más seria, más adusta, más madura, más ensimismada. Pero no, para fortuna de los propios madrileños y de los viajeros que a ella llegan, está más luminosa y divertida que nunca.

En 1992 corrían los tiempos del otoño de la primavera socialista de Felipe González, el encantador de serpientes que no pierde el oficio, y con su peseta toda España seguía siendo barata para los mexicanos. Desde entonces, este país vio irse desgastada a la izquierda, para lanzarse a los brazos de la derecha que los metió al euro, convirtiéndolo en una nación cara, al igual que toda Europa, para luego retornar asustada y enojada a la izquierda, tras sentirse vulnerada por un bombazo y engañada por el gobierno de Aznar que culpó a la ETA de un atentado de Al Qaeda en la víspera de las elecciones presidenciales.

Pero nada de esto, ni el péndulo político; ni los españoles que regresaron en bolsas de plástico de Afganistán e Irak, donde el gobierno de José María Aznar envió tropas apoyando la ajena Cruzada Santa de George Bush en contra del demonio islámico; ni las diez bombas que la mañana del 11 de marzo de 2004 estallaron en las terminales ferroviarias de Atocha, El Pozo del Tío Raimundo y Santa Eugenia, matando a casi 200 personas y lesionando a más de dos mil, dándole a España su M-11, igual que Estados Unidos ya tenía su S-11, le quitaron a esta ciudad su apetito de vivir, ni le inyectaron el virus de la amargura.

Por el contrario, le reactivaron sus ganas de salir a las calles a pelear por su libertad cotidiana, por su alegría amenazada, por sus ideas, por su derecho a existir sin miedos, por hablar a gritos, por vivir la vida, por vivir sus noches llenas de marcha, desbordadas de horas, de vino, de tapas, de flamenco, de sevillanas, de León Felipe y Sabina, de Machado y Serrat, de nocturnos toros imaginarios, de faenas polvosas, de fiesta, de la fiesta que sólo aquí se puede encontrar.

Hoy Madrid es la que todo el tiempo ha sido, gozosa, colorida, desenfadada, pendiente de sus políticos, pero también del chismerío de la realeza, de cómo va el Real Madrid en la tabla de posiciones, con ríos humanos que recorren incansables la Gran Vía y La Castellana y en las tardes atiborran los bares en la Plaza Mayor, en la Plaza de Santa Ana, en la Puerta del Sol, en los lugares de moda que por donde quiera brotan. Hoy, Madrid, para suerte de todos, es la misma deliciosa irresponsable e impulsiva de siempre.

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Como en pocas ciudades del mundo, lanzarse a recorrer Madrid es una experiencia de liberación. Al igual que en cualquiera de las principales capitales del planeta, su oferta para seducir al viajero está llena de arquitectura, museos, historias, bares, discotecas, restaurantes, tiendas, folclor. Es una ciudad viva, sin reposo, irrefrenable, con muchas cosas nuevas para ver, pero también con las mismas maravillas que no cambian, que como La Puerta de Alcalá, ahí están, siempre, inamovibles, pero que nunca dejan de maravillar aunque ya se hayan visto una o varias veces, y a las cuales siempre habrá que regresar a rendir tributo.

Cómo venir a Madrid y no correr a conmoverse, como en una peregrinación religiosa, con devoción, al doloroso santuario del Guernica, que se resguarda en el Museo Reina Sofía. Cómo estar aquí y resistir la tentación de entrar una vez más al Museo del Prado, para deambular por sus pasillos en busca de Las Meninas, del Adán y Eva de Tiziano, de las Majas de Goya o sus Fusilamientos. Cómo evitar caminar por las calles ya pisadas hasta llegar a la Puerta de Alcalá, simplemente para volver a verla.

Madrid es una metrópoli que no requiere de itinerarios. Simplemente hay que lanzarse a sus avenidas, a sus rincones, retornar a los caminos de siempre, ir sin reloj ni prisa, de principio a fin, para deambular por la Gran Vía, La Castellana, la Calle de Alcalá y recoger todo lo que ellas nos vayan mostrando al paso. Hay que meterse entre la gente, respirando el fresco frío de invierno, convertirse en una gota de ese caudal de madrileños que parecen transitar sin rumbo fijo por el simple placer de mirar sus edificios y fuentes, de ser parte de la locura de esta capital que nunca descansa, que no para, que excita, que agota.

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Para entender y disfrutar Madrid hay que ser parte de Madrid, volverse parte de, aunque sea por unos días. Aquí de poco sirve ser turista, un voyeur social al margen de lo que espía. Pero, sobre todo, hay que entrar en contacto directo con su gente. Hablar con ellos, conversar, discutir, armar polémicas. Siempre querrán platicar de España y siempre querrán que les platiquemos sobre México. La historia no es gratuita. Se saben nuestros conquistadores, pero la curiosidad atávica acerca de un país que ayudaron a forjar, pero al cual nunca han acabado de comprender, los vence. Poco o nada saben sobre la teoría idiosincrásica de José Fuentes Mares acerca del conquistador violador y la india violada, muchos menos han oído hablar de la Raza Cósmica de Vasconcelos, pero nuestro país les intriga con un interés casi infantil, con la candidez de quien ha oído hablar de un nuevo mundo al otro lado del océano.

Contrario a nuestro resquemor ancestral con quienes dominaron la Nueva España por tres siglos, los españoles son amables y cálidos con los mexicanos. En los lugares donde se puede tener contacto cercano con ellos, como una pequeña taberna o un restaurantillo de tapas, no es raro que el cantinero o el mesero, después de identificarnos por el acento, regalen una copa de vino o pongan un bocadillo de más en la mesa, a cambio de terminar sentándose al lado para escuchar historias de México.

Sueñan con nadar en Cancún, con admirar pirámides, con estar en la Basílica para conocer a la virgen guadalupana que tanto se parece a la suya de Extremadura, con beber tequila escuchando un mariachi. Cualquiera tiene un familiar en México, o varios, y quieren mandarles saludos o un recado, sin saber la dirección. Piensan que porque tienen una tienda de abarrotes o una cantina, es sencillo dar con ellos en la Ciudad de México. Después de comer así se pueden ir las horas, entre copa y copa de vino de la casa, entre jereces y chinchones, entre pláticas de toros y los ya lejanos, pero inolvidables, goles de Hugo Sánchez.

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 Despojado de chauvinismos, intentar comprender Madrid es lo mismo que pretender descifrar el Calendario Azteca. México es mayoritariamente mestizo y, nos guste o no, España es la otra mitad de lo que somos. Venir a Madrid es como el viaje de Juan Preciado a Comala, para conocer el pueblo de Pedro Páramo, su padre. Aunque, curiosamente, el lugar común mexicano hace referencia a esta nación como la “madre” patria. Pudiendo elegir ser el hijo de un conquistador violador, el mexicano eligió ser el hijo de una india violada, decía Fuentes Mares. No fue triunfo ni derrota, sino el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy, argumentó José Vasconcelos. Cosas de escritores. Pero en cada viaje la historia la escribe el viajero. A Madrid hay que venir sin libros copiados, con las páginas del corazón en blanco, para grabar en ellas las experiencias, buenas o malas, que esta entrañable ciudad nos brinde.

DETALLES

Es mejor por Air France

*Las aerolíneas españolas no son la mejor tarjeta de presentación de ese país. El mes pasado Air Madrid cerró la empresa y dejó a cientos de clientes con boleto comprado, varados en distintas partes del mundo; en tanto que Iberia no goza de muy buena fama en cuanto a atención al cliente ni hace mucho por proyectar una imagen amigable.

*Así que una buena opción para viajar a Madrid es por Air France, con escala en París. Esta línea francesa tiene la ventaja de que ya ofrece realizar la documentación por medio de Internet, desde 24 horas hasta treinta minutos antes de la hora límite de registro de los vuelos.

Más información:

www.airfrance.com/mx

MINIAGENDA

Para no olvidar

*Las agitadas noches madrileñas no están completas sin una visita a tablao flamenco. Un lugar muy recomendable es Las Carboneras, en la Plaza del Conde Miranda. Se cena informal, pero bien y el espectáculo es muy bueno.

*En contraste, dos de los lugares modernos de moda para tomar una copa se encuentran en el hotel ME Meliá, frente a la Plaza de Santa Ana, que abrió en octubre pasado. Son el bar del restaurante Midnight Rose y The Penthouse, con terraza abierta.

*A los niños los puedes llevar al Museo de Cera, ubicado en Recoletos 3. Estación de metro: Colón. Precio de entrada: 12 euros.

*El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, donde se encuentra El Guernica, el más famoso cuadro de Pablo Picasso, se localiza en Santa Isabel 52. Estación de metro: Atocha. Entrada, seis euros.

Más información:

www.tablaolascarboneras.com

www.solmelia.com

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Modificado el ( lunes, 04 de febrero de 2008 )
 
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