Menu Content/Inhalt
 
Inicio arrow Reportajes arrow A Baja Sur, las ballenas llegan de vacaciones
Advertisement
A Baja Sur, las ballenas llegan de vacaciones PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 05 de marzo de 2006

2006 Marzo 5

A Baja Sur, las ballenas llegan de vacaciones

De pronto el cetáceo aparecer con su escandaloso chorro de aire que arrastra un polvo de agua que, al interponerse en los rayos del sol, forma efímeros arco iris en el aire


Puerto Adolfo López Mateos. En febrero las mañanas en La Paz son frescas, tirando a frías. Desde una mesa de plástico sobre la banqueta miro el mar inerte de esta ciudad, donde da una sensación extraña estar frente a un océano silencioso y sin olas. Estamos en el Bismark-cito, el restaurante más popular de este destino, listos para un inusual pero suculento desayuno de tacos de pescado, manta, langosta, jaiba, machaca de camarón y ostiones al chipotle, además de unas almejas chocolatas, empanadas de marlin y sopa de mariscos.

Con el estómago lleno, a las once en punto de la mañana tomamos carretera hacia el Puerto Adolfo López Mateos, uno de los sitios de esta entidad donde en invierno llegan las ballenas grises para pasar sus vacaciones y reproducirse, huyendo de las heladas aguas del norte del continente.

El camino se hace ligero con el espectáculo siempre sorprendente que ofrece el desierto, lleno de cactus y biznagas, poblado de abandono y de animales invisibles que de vez en cuando se aparecen huidizos a los ojos.

La idea es no perder tiempo y aprovecharlo al máximo. Así que a las dos y media de la tarde llegamos al puerto y media hora después ya estamos zarpando montados en una lancha sobre las aguas de Bahía Magdalena, en una laguna de mar angosta y tranquila. Rápidamente alcanzamos la orilla contraria, donde todo es un desierto de arena café, pelón de vegetación alguna. El espectáculo es algo excéntrico: manglares en una orilla, mar en medio y dunas en el lado contrario.

Mientras navegamos bordeando las dunas, sobre nosotros vuelan cormoranes y águilas pescadoras. La tarde es invernal y, aunque hay sol, su calor no amortigua el viento helado que golpea la cara por la velocidad de la embarcación.

Por un rato todo es mar y dunas, manglar y cielo, expectación y silencio, en la espera de cumplir el objetivo de este viaje: un encuentro con la ballena gris. Nuestras ansias son las mismas que las de un ballenero, sólo que sin arpón. Nosotros sólo queremos mirarlas, admirarlas, oírlas, sentirlas cerca, fotografiarlas y, de tener una gran suerte, tocarlas. Hemos recorrido cientos de kilómetros desde la Ciudad de México, con la única meta de conocer en vivo al animal más grande del mundo, de vivir la experiencia de estar a su lado, de recibir, de ojo a ojo, su mirada de un ser en busca de amigos.

Por fortuna, la espera no se alarga. A lo lejos, como a 50 metros, aparece flotando sobre el mar un polvo de agua, indicio de que ahí hay un enorme cetáceo respirando. La lancha frena y prácticamente se detiene para avanzar con lentitud, como si de cacería estuviéramos. No vemos nada, pero sorpresivamente el chorro que zumba anticipa que emergerá ahí, frente a nosotros, el animalazo. Y sí, el gigantesco mamífero aparece dejando ver su lomo y el de su cría que no se le separa, igual que el potrillo a la yegua, para volver a desaparecer después de apenas algunos segundos. Son negras y grises, inmensas.

Por momentos hay que tener mucha paciencia para esperar a que salgan, ya que pueden estar sumergidas hasta quince minutos, según explica nuestro biólogo guía Rodrigo. Pero también hay momentos en que se brindan generosamente y, como en una coreografía ensayada, hasta ocho se aparecen al mismo tiempo con sus ballenatos, por todos lados, por lo que hay que estar girando en 360 grados para disfrutar de ese espectáculo de la naturaleza.

El rompecabezas

Sin embargo, nunca se exhiben completas. Lo hacen por partes y uno tiene que armar mental, o fotográficamente, el rompecabezas. A veces se zambullen casi en ángulo recto y presumen la gran cola; otras parecen pararse verticalmente sobre alguna roca imaginaria y submarina, como si tuvieran patas, y enseñan parte de la cabeza; las más dejan ver sus nucas y dorsos que curvean para tomar vuelo y sumergirse; en ocasiones se quedan descansando justo debajo de la superficie y ahí se les puede admirar más tiempo a través de la leve transparencia del agua. O se recuestan de lado y muestran una aleta, la panza, un ojo que mira a los tuyos.

Pero eso no es todo lo que nos regalan. Como si quisieran compensar con creces el esfuerzo de los turistas por venir hasta acá sólo para verlas, a ratos las madres juegan con sus ballenatos, retozan; a veces acerca su cría a la lancha y luego ella misma la aleja. De pronto la ballena se despliega a pocos metros de la lancha y luego se sumerge para cruzar por debajo del bote y reaparecer al otro lado con su escandaloso chorro de aire que arrastra ese polvo de agua que, al interponerse en los rayos del sol, forma efímeros arco iris en el aire, regalándonos una estampa única y bellísima.

Curiosamente, se vuelve una obsesión fotografiar la cola, como si ese fuera el resumen de la ballena; se le pretende como a un icono sagrado. Poco importan vértebras, ojos, espiráculos, aletas o partes del cuerpo moteado; todo eso vale poco a cambio de una cola.

Y no hay más. Ese es todo el placer, que no es poco. La emoción de mirar de cerca al animal más grande del planeta, de penetrar en su mundo. Es el juego de mirar pedazos de ballena, siempre con la esperanza de ver más, más cuerpo, soñando con observar, aunque sea por un instante, el animal entero.

Después de dos horas de esta intensa experiencia, atracamos. Nos vamos al restaurante Aquendi, donde nos espera una cerveza Pacífico y un plato con arroz, lenguado empanizado, camarones a la barbecue, cola de langosta y una ensalada de lechuga con jitomate. Y sentado en esa mesa, comentando las incidencias del encuentro con las ballenas, uno descubre que en las cosas simples de la vida puede haber grandes placeres escondidos. 

DETALLES

CÓMO LLEGAR

*Hay que volar a La Paz, capital de Baja California Sur, por Aeroméxico, donde puede rentar un automóvil o contratar un tour.

*Puerto Adolfo López Mateos se localiza sobre el océano Pacífico, hacia el norte, dentro de Bahía Magdalena, a 256 kilómetros de La Paz. El trayecto por carretera dura tres horas y media en automóvil.

RECOMENDACIONES

*Durante el invierno, en el Puerto Adolfo López Mateos los días son frescos, las tardes frías y las noches heladas, por lo que se recomienda llevar ropa abrigada.

*Para ver ballenas, se aconseja vestir suéter y rompevientos, además de un gorra que cubra toda la cabeza.

*Sin embargo, el sol de esta temporada también quema, por lo que no está de más utilizar bloqueador.

*El alojamiento es muy elemental, con lo básico para pasar la noche. No espere nada lujoso.

MÁS INFORMACIÓN

*Una de las principales empresas operadoras es Eco Baja Tours, que ofrece paseos diarios a las ballenas de enero a marzo, que es la temporada que permanecen en aguas mexicanas.

*El costo de tour por adulto es de 760 pesos, y de 530 pesos para niños de hasta once años de edad.

*El servicio incluye transportación en autobús de primera, avistamiento por dos horas, comida, bebidas, seguro de viajero y guía bilingüe.

*Si requiere algo más exclusivo, también tienen suburbans y viajes programados para grupos.

*Los puede contactar en:

01-800-0268-331

(612) 123-0000

(612) 122-9878

www.ecobajatours.com

MINIAGENDA

Qué hacer hasta marzo de 2006

*En BCS existen cuatro diferentes lugares para la observación de la ballena gris: la laguna Ojo de Liebre en Guerrero Negro y la laguna de San Ignacio, ambas dentro de la Reserva de la Biosfera Desierto El Vizcaíno; y Puerto Adolfo López Mateos y Puerto San Carlos en Bahía Magdalena, considerada como reserva natural.

 

*Si te encuentras cerca de La Paz o de Los Cabos, lo recomendable es ir a los puertos de López Mateos y San Carlos. Si estás cerca de la frontera norte del estado o si prefieres viajar en avión, lo mejor es tomar el vuelo de Aerolitoral que sale de Hermosillo, Sonora, que en 40 minutos te lleva hasta Guerrero Negro, donde puedes contactar a la operadora Eco Tours Malarrimo, en el (615) 157-0100 ó www.malarrimo.com.

 

*Del 27 al 29 de enero se llevó a cabo en Adolfo López Mateos el Festival Internacional de la Ballena Gris; y del 3 al 5 de marzo se efectúa en Puerto San Carlos.

 

 

Milenio Diario. Suplemento TornaVuelta

Modificado el ( lunes, 04 de febrero de 2008 )
 
< Anterior   Siguiente >