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Manzanillo, de Bo Derek a Juan Rulfo PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 12 de septiembre de 2004

2004, septiembre 12

Manzanillo, de Bo Derek a Juan Rulfo

Este puerto no se agota en sus linderos de mar y playa. En un área no mayor de hora y media se puede visitar la ciudad de Colima, Comala, Nogueras, el estero Palo Verde, Cuyutlán, Tecomán y la Zona Mágica, entre muchos otros sitios


Manzanillo.
En las costas del Pacífico mexicano existe un lugar donde en las noches de luna se aparecen hadas. Son siluetas iluminadas que bailan sobre el agua con una danza que lleva siglos. Los navegantes de la Conquista ya hablaban de estas epifanías y por eso a esta playa la bautizaron como Hadas.

Leyenda aparte, muchos años después, estudiando el fenómeno, que es verídico, se supo que este suceso, que en la actualidad sigue registrándose, se debe a la presencia de fósforo sobre la superficie del mar, proveniente de huesos de antiguas civilizaciones que hoy, y desde entonces, yacen en el océano.

Esta playa se encuentra en Manzanillo, Colima, un puerto que tiene su historia. Después de que el fraile agustino Andrés de Urdaneta descubriera, a mediados del siglo XVI, la Tornavuelta, es decir: la corriente marina que permitiera regresar a los barcos españoles desde Filipinas a las costas de la Nueva España, los colonizadores inauguraron la ruta comercial de la famosa Nao de China, el primer gran camino comercial entre el Nuevo Mundo y Oriente, que dio fama y bonanza al puerto de Acapulco.

Al siguiente siglo surgiría Manzanillo como un puerto que también aprovechó la Tornavuelta, al volverse punto de partida de naves que zarpaban hacia Oriente, para regresar cargadas de todo tipo de productos como sedas, perfumes, especias y mil cosas más.

No obstante, dicen los colimenses que fue aquí donde se construyeron los barcos que llevarían al capitán Miguel López de Legazpi y a Urdaneta a Filipinas; aunque este honor se lo disputa el pueblo jalisciense de Cihuatlán, por lo que la hazaña marítima está plasmada en su escudo de armas.

Pero lo cierto es que Manzanillo fue el lugar elegido por Hernán Cortés para establecer el primer astillero de la Colonia y actualmente es el segundo puerto más grande de México y el más importante del Pacífico que exporta frutas y verduras producidas en la región, así como productos manufacturados a todo el mundo.

Pero, más allá de su importancia comercial, sus playas siempre fueron un lugar para la diversión, desde los tiempos en que la zona era habitada por aztecas y teotihuacanos.

Pero sería hasta 1974, cuando después de diez años de construcción, Atenor Patiño, el magnate boliviano del estaño, inauguró el hotel Las Hadas en la playa donde los conquistadores vieron esos seres imaginarios y femeninos danzar sobre el mar, que Manzanillo se abriría al mundo como un gran centro turístico. Desde entonces, este hotel de estilo mediterráneo, completamente blanco, es el gran icono del destino.

Fama que se consolidaría con la promoción mundial que le dio Blake Edwards al filmar en Las Hadas la comedia Diez, la mujer perfecta, con Dudley Moore y una destalentada pero buenísima y aspiracional para el imaginario colectivo Bo Derek que, además, influenciada o copiando a Bob Marley, impuso en las mujeres la moda de las rastras, la cual sigue vigente. ¿Qué mujer va a la playa y no regresa con sus trencitas jamaiquinas?

El éxito de esta película fue tan grande que, incluso, inyectó en el gusto popular el agrado por la música de Maurice Ravel o, por lo menos, de su minimalista Bolero. Este triunfo catapultó a Manzanillo y a Las Hadas, e hizo que miles quisieran conocer la magia de esas playas y ese hotel, que hizo posible la fantasía de seducir a una mujer inalcanzable.

Una vez cubierto el mercado del romance, vendría el hotel Maeva, la versión mexicana del concepto inventado en la década de los 50 del siglo pasado por el Club Med, dirigido al público de jóvenes y familias.

A esta oferta de hospedaje se sumaría el hotel Sierra que, con sus 19 pisos, se convirtió en el edificio más alto de Colima, y que acaba de ser comprado por Fernando García Zalvidea para integrarlo a su cadena Real Resorts, por lo que ahora se llama Gran Bahía Real; y el Kármina Palace, el más nuevo de todos; además de otros como Plaza las Glorias y Palma Real, entre varios más. Por su parte, hoy en día el hotel Las Hadas pertenece al Grupo Brisas.

Los alrededores

De  acuerdo con los planes del nuevo gobierno estatal, Manzanillo está en pleno proceso de remodelación que, con inversiones millonarias, incluye la construcción de un nuevo muelle turístico y el rescate de sus vestigios de arquitectura mediterránea.

Las casas frente al próximo muelle serán pintadas todas del mismo color, lucirán verandas nuevas y en las banquetas habrá bares y cafés con mesas con sombrillas como si se tratara de la Riviera Francesa, para que los turistas que lleguen en los cruceros tengan una buena primera impresión y se animen a descender para disfrutar de todo lo que ofrece Manzanillo y sus alrededores: desde su pesca deportiva, para que entiendan por qué a este lugar se le reconoce como la Capital Mundial del Pez Vela, lo cual presumen con la enorme escultura de esta especie, hecha por Sebastián, que pusieron en el parque central y que los lugareños más bien llaman “El camarón”; hasta la posibilidad de, en unas cuantas horas, experimentar turismo rural, de aventura, ecológico y cultural.

Y es que Manzanillo no se agota en sus linderos de mar y playa. Al ser Colima uno de los estados más pequeños del país, en un radio no mayor de hora y media por tierra se puede visitar la capital del mismo nombre, pintoresca y apacible ciudad de reminiscencias coloniales; Comala, famoso por la novela de Juan Rulfo; Nogueras, sede de la obra plástica de Alejandro Rangel Hidalgo y su colección de piezas prehispánicas endémicas; el estero Palo Verde, manglar refugio de flora y fauna como boas constrictor, 116 especies de aves, y ninfas; Cuyutlán, para practicar surfing; Tecomán, la capital mundial del limón; y la Zona Mágica, tramo carretero en pendiente donde todo lo que tiene que rodar para abajo, lo hace hacia arriba, sea un automóvil apagado o agua derramada en el asfalto.

¿En dónde está Pedro Páramo?

Tal vez el nombre de Comala no signifique nada para quien no ha leído la obra del jalisciense Juan Rulfo. Pero para quien de adolescente, y aún de adulto, se impresionó con las calenturas de Susana Sanjuán y no lograba entender por qué Juan Preciado llegaba a un pueblo de muertos a buscar a su padre Pedro Páramo, al que describía como un rencor vivo, es prácticamente imposible vencer la tentación, o desaprovechar la oportunidad, de conocer ese pueblo fantasmal tantas veces imaginado.

Sin embargo, al llegar a Comala la decepción literaria es apabullante. Uno siempre pensó que en el apellido de su personaje, Rulfo concentró la descripción de este pueblo: áspero, pedregoso, seco, polvoriento, con un viento que golpea los ojos, caliente como un comal. Un páramo, pues. Un páramo lleno de ánimas que aparecen tras una ráfaga de ventisca y desaparecen silenciosas en las paredes de adobe de las casas derruidas y abandonadas.

La decepción llega porque Comala resulta ser todo lo contrario. Es un pueblo alegre y pintoresco que parece recién pintado de blanco. Con un diseño colonial clásico, su corazón es su parque central con su quiosco, circundado por la iglesia y los portales, con restaurantes bajo los arcos donde apaciguar el calor tropical con una cerveza o un ponche frío, bebida con alcohol que nada tiene que ver con la navideña, mientras una banda de músicos toca junto a la mesa.

Alrededor de este jardín la ciudad se extiende con casonas con techos de tejas rojas y patios centrales cuajados de macetas colgantes que rebozan de plantas y flores, y grandes ventanas con cristales de madera y enrejados de hierro forjado.

Aquí la gente vive con las puertas abiertas, lo que permite jugar al voyerista y penetrar desde la banqueta a esa intimidad repleta de calma y despojada de prisas y ritmos citadinos.

Sólo entonces uno entiende que Rulfo tomó el nombre de este pueblo sin conocerlo. Simple y llanamente porque le gustó o porque se le dio la gana. Pero lo que queda muy claro es que Pedro Páramo no vive en la verdadera Comala, donde el gobierno estatal y la Secretaría de turismo impulsan, desde hace muy poco tiempo, un programa de hostales para que el sitio deje de ser paseo de unas horas y los visitantes se animen a disfrutarlo por varios días.

Son casas típicas, con una o dos habitaciones, que están en camino de llegar a ser Hoteles Boutique y que atienden sus propietarios, lo que le da un sabor muy familiar al asunto, además de que los precios por noche, por habitación, rondan los 55 dólares, desayuno incluido.

Cuando se recorre Colima, una entidad que resulta sorprendente por todo lo que ofrece y que poco se conoce, incluidos los bucólicos y calientes paisajes de larguísimos sembradíos de palmeras, o templadas montañas, o vistas del extenso valle coronado por volcanes, el forastero descubre que Manzanillo sólo es el principio de una experiencia vacacional que vale mucho la pena.

DETALLES

Hoteles en Manzanillo

*Kármina Palace

www.karminapalace.com

*Las Hadas

www.brisas.com.mx

*Gran Bahía Real

www.realresorts.com.mx

Más Información:

www.visitacolima.com.mx

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