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Mendoza, tierra de vinos al pie de Los Andes PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 08 de agosto de 2004

2004 Agosto 8

Mendoza, tierra de vinos al pie de Los Andes


Mendoza.
Mendoza está lejos de México y uno piensa que allá debe haber algo que valga mucho la pena para lanzarse a un periplo tan largo.

Su oferta turística es variada: centros de esquí en nieve a unos cuantos cientos de kilómetros cuando es verano en el Hemisferio Norte, turismo rural, ecoturismo turismo de aventura, casinos, compras y valles donde se ubican grandes zonas vitivinícolas.

Sin embargo, el mexicano puede encontrar dos grandes razones para decidirse a ir a esta provincia de Argentina: los vinos y las compras.

Lo primero, porque desde que estalló en ese país la crisis económica de la que aún no acaban de salir, el peso argentino se devaluó fuertemente frente al dólar, lo cual lo convirtió en un país barato para los extranjeros.

Para tener una idea más precisa, valgan algunos ejemplos: la paridad es de aproximadamente 3.85 pesos mexicanos por uno argentino, una hora de uso de computadora en un café Internet cuesta un peso argentino; por cien dólares puede comprar un buen abrigo de piel y por poco más de esa cantidad es posible alojarse en el Park Hyatt, el más importante hotel de la ciudad y uno de los mejores de todo el país.

Lo más propicio para comprar aquí son los artículos de piel, o “cuero” como ellos le llaman, y excelentes vinos por cantidades que fluctúan entre los veinte y treinta dólares. La comida también resulta barata y por poco dinero puede traer regalos para toda la familia y los amigos.

No obstante, el atractivo del bajo precio es circunstancial, ya que el verdadero y gran motivo para viajar a Mendoza son los vinos, aunque no seas experto en la materia.

Conocer los viñedos y las bodegas, que aquí hay por docenas, se ha convertido en un atractivo turístico que los mendocinos han sabido explotar. Las autoridades locales de turismo desarrollaron circuitos sobre el tema y algunas de las más importantes casas productoras ofrecen tours en los cuales, por 45 dólares, el visitante recibe una explicación y recorrido por las fábricas para conocer el proceso de elaboración, visita los viñedos que se extienden sobre valles coronados por la soberbia cordillera de Los Andes, participa de una degustación de vinos y finaliza con un almuerzo, y más vino, dentro de las propias instalaciones.

Pero lo mejor de todo es que aprende, aunque sea de una manera incipiente, a distinguir algunos aromas y diferencias entre uno y otro vino, la variedad de uvas con que se hacen y, principalmente, a apreciar la importancia que esta bebida tiene como parte importante de la gastronomía.

El Valle de Maipú

Familia Zuccardi es una empresa familiar que tiene sus campos y bodegas en el Valle de Maipú, a 35 minutos de Mendoza por carretera.

El recorrido comienza por su Museo del Vino, donde las botellas lucen en vitrinas como si fueran piezas arqueológicas. Exhiben sus vinos premiados y de las paredes cuelgan diplomas que los avalan.

De esta tierra poseen 170 hectáreas cultivada, más otras 430 en Santa Rosa, a 50 kilómetros de distancia.

Hace 54 años el valle era un desierto donde el cielo no les da más de 200 milímetros de lluvia al año y la cordillera les regala su deshielo. En ese entonces, el ingeniero Alberto Zuccardi desarrolló un sistema de riego para aprovechar al máximo el escaso líquido disponible y darle vida a la tierra. Así, en 1964 pudo plantar en Maipú sus primeros viñedos, vegetal que demanda mil milímetros de agua al año para crecer y subsistir.

Hoy en la región se siembran más de treinta variedades de uva y también toman agua de los pozos que van a los ríos subterráneos llamados Napas. Los Zuccardi tienen cuatro mil barricas de roble, producen ocho millones de litros anuales, aunque tienen capacidad para el doble; dan empleo a 500 personas de la localidad y contribuyen a que Argentina ocupe el quinto lugar como productor mundial de uva.

La vendimia se lleva a cabo de febrero a abril, lapso en el que cosechan 250 toneladas de uva diarias durante 80 días, fruto de las 3,300 plantas que tienen en cada hectárea.

Sumamente amables, al final del recorrido y la degustación los anfitriones nos reservan un festín especial: un largo desfile de platillos de la gastronomía local, con un vino diferente para cada uno, desde un rosado como aperitivo, pasando por blancos y tintos de diferentes uvas, hasta terminar con un oporto que a todos sorprende, hecho con uva Malbec, al que no pueden llamar oporto por ser una denominación de origen portuguesa, así que lo bautizaron como “Malamado”, que significa: “Malbec a la manera de oporto”. Si algún día vas a Mendoza o te lo llegas a encontrar en alguna tienda o restaurante, pruébalo, no te arrepentirás.

Valle de Uco

Otra de las empresas más importantes, pero que es un caso muy diferente, es Bodegas Salentein, que nació hace cuatro años cuando una compañía holandesa compró añejos viñedos en el Valle de Uco, a hora y media de Mendoza.

Con suficiente dinero de la corporación, construyeron una impresionante y faraónica bodega, que funciona también como atracción turística, con un avanzado diseño arquitectónico y tecnología de punta.

La edificación tiene forma de cruz y cada ala constituye una pequeña bodega con dos secciones: la primera, a nivel del suelo, alberga tanques franceses de acero inoxidable y cubas de roble para la fermentación y almacenamiento; y la segunda, subterránea, se utiliza para la crianza del vino en bordelesas de roble. Los dos niveles permiten que el vino descienda de los tanques a las barricas a través de un sistema tradicional de transferencia por gravedad.

Las cuatro alas convergen en un espacio central, similar a un anfiteatro e inspirado en los templos clásicos de la antigüedad.

En el Alto Valle de Uco, Salentein tiene tres fincas con un total de dos mil hectáreas plantadas, superficie que aumenta en cien hectáreas cada año. Cuentan con cinco mil barricas, en su gran mayoría francesas y algunas estadounidenses, las cuales tienen una vida promedio de entre cinco y siete años.

Esta empresa exporta 65% de su producción, principalmente a Estados Unidos y Europa.

Los tours vitivinícolas tanto éxito en Mendoza, que Salentein está a punto incursionar en la hotelería, al abrir próximamente dentro de sus viñedos una posada de tan sólo seis habitaciones y dos suites. Esperan que los muchos de los mil 500 turistas que los visitan en temporada alta, decidan quedarse a dormir por lo menos una noche o a pasar varios días.

La ciudad

La mejor forma de llegar a Mendoza desde México es volar por Lanchile a Santiago de Chile y de ahí hacer la conexión. El vuelo entre ambas ciudades es corto, apenas 35 minutos, pero ampliamente disfrutable.

La sorpresa es que para llegar de Santiago a Mendoza, simplemente hay que saltar la cordillera de Los Andes, penetrando así a uno de los grandes espectáculos que la naturaleza puede ofrecer.

Con gran altura, pareciera que al avión le queda poco espacio entre los picos nevados y el cielo. El pasajero siente que, si pudiera abrir la ventanilla y sacar la mano, tocaría el hielo de las puntas escarchadas de la cordillera.

Conforme pasan los minutos, el asombro de la majestuosidad de Los Andes se abre paso e hipnotiza. El viajero contempla las cimas y las simas, las hondonadas y los precipicios, todo blanco, como un gran espejo que refleja el tibio sol de invierno. Este gigante silencioso apabulla y cautiva para después abrirse a los inmensos valles que rodean Mendoza.

Mendoza es una pequeña ciudad con apenas 130 mil habitantes, pero contando a la población de sus zonas conurbadas alcanza el millón de pobladores en lo que llaman “La gran Mendoza”.

Urbe apacible, tiene dos características que la distinguen: sus grandes parques y las acequias, canales que conducen el agua de lluvia, que hay en la mayoría de sus banquetas.

Fundada en 1561, sus parques se deben a que tres siglos después fue destruida por un terremoto y la mayoría de las víctimas, 40% de la población, perecieron aplastadas por las casas en sus calles estrechas.

Al reconstruirse, se ordenó hacerlo con una nueva plaza central y cuatro plazas satelitales en cada punto cardinal, para que sirvieran como lugar de encuentro y zona segura en caso de un nuevo sismo. Este esquema urbano se repetiría cuando la ciudad alcanzara ciertas proporciones. Resulta curioso que las iglesias no tienen campanarios por temor a los temblores.

Las acequias sirven también para canalizar el agua de los aluviones que bajan de la cordillera en época de lluvias.

Mendoza tiene anchas calles de túneles vegetales que se forman con los álamos que hay en ambas aceras y que se tocan en las copas al inclinarse hacia el centro de la calle, lo que invita a caminarlas y disfrutarlas mientras se observan aparadores de los muchos comercios que hay aquí.

Es una metrópoli con mucho aire de provincia, por eso sorprende también que la cadena Hyatt decidiera abrir en ella un hotel de su categoría “Park”, la de más lujo y exclusividad que tiene.

El Park Hyatt Mendoza, que es un punto de referencia en la ciudad, está situado en la Plaza Independencia, uno de los sitios históricos. Antiguamente fue el Hotel Plaza, pero conservaron su estructura colonial del siglo XIX.

Y si bien su fachada es muy clásica, por dentro vive un hotel moderno, lleno de detalles y obras de arte, restaurantes y bares para recordar, además del mejor casino de la ciudad.

Al terminar el viaje, uno encuentra que sí existen suficientes razones para viajar a esta ciudad de Argentina donde, además de todo lo que se puede vivir, se nos derrumba el cliché de los argentinos arrogantes. Los mendocinos son amables, serviciales, cálidos y reciben muy bien a los mexicanos.

DETALLES

*En esta época de agosto, en Sudamérica es invierno.

*Para entrar a Argentina y a Chile los mexicanos no requieren visa.

*Al salir de Argentina, los extranjeros tienen que pagar un impuesto de quince dólares.

Más Información:

www.turismo.mendoza.gov.ar

www.familiazuccardi.com

www.bodegassalentein.com

www.hyatt.com

www.lan.com

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Modificado el ( miércoles, 13 de febrero de 2008 )
 
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