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escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 05 de noviembre de 2006

Ciudad Abierta

2006 Noviembre 5

Pueblos Mágicos

Todos Santos. De los varios programas que este sexenio desarrolló la Secretaría de Turismo, al que más impulsó y recursos le dio fue al de Pueblo Mágicos. Con un presupuesto magro, que este año apenas representó 0.18% del Presupuesto de Egresos de la Federación, entre 2001 y 2005 la dependencia canalizó 177 millones de pesos a este programa, cantidad que creció a 550 millones con lo que aportaron los estados y municipios de las localidades beneficiadas.

Una de las razones para tal esfuerzo, quizá se deba a que Pueblos Mágicos es el proyecto que mejor encarna el objetivo social que la industria turística debe tener en un país como el nuestro: detonar polos de desarrollo, más allá de los grandes destino turísticos consolidados como Cancún o Los Cabos, que generen empleos e ingresos a sus habitantes.

Pero Pueblos Mágicos no pretende inventar paraísos, sino impulsar turísticamente a las localidades que, aunque les falte infraestructura y equipamiento, cuenten con lo principal: un atractivo que despierte el interés de los viajeros por conocerlo.

Estos alicientes pueden ser arquitectónicos, arqueológicos, religiosos, históricos, culturales, de naturaleza y hasta gastronómicos. No obstante, poseer alguno de estos rasgos tampoco es suficiente por sí mismo. Deben cumplir con ciertos requisitos, como ubicarse en zonas cercanas a destinos turísticos o ciudades grandes; que dispongan de razonables accesos carreteros y que exista la voluntad tanto de las autoridades locales como de sus pobladores de participar.

Por ejemplo, hace unos días el titular de la Secretaría de Turismo, Rodolfo Elizondo, acudió a Todos Santos, en Baja California Sur, para hacer la declaratoria oficial y entregar la constancia que lo acredita como parte del programa. Para tal ceremonia, se realizó una gran fiesta en el parque central, porque para ellos el acto representa toda una efeméride.

Ahí estaban el gobernador, el presidente municipal, el secretario de turismo del estado, empresarios, los ricos y el pueblo en general. Hubo música, discursos de los importantes, bailables, muestra gastronómica, feria, declamaciones y la libertad de beber en las calles, como un gran carnaval. Quizá las autoridades decretaron asueto al siguiente día, porque aquello se prolongó hasta la madrugada. Todos estaban orgullosos de ser Pueblo Mágico.

Caso contrario es el de Mexcaltitlán, en Nayarit, donde mucha gente se opone al programa porque, entre sus beneficios, incluye que la Comisión Federal de Electricidad convierta en subterráneo el cableado aéreo que tanto afea cualquier lugar, pero resulta que sus habitantes acostumbran robarse la corriente eléctrica con diablitos.

Está también Real de Catorce, San Luis Potosí, donde las autoridades municipales, por desidia, incapacidad o alguna otra razón, han tardado en ejercer los recursos que el programa les proporciona para mejora urbana.

No todo es mágico

Sin embargo, ingresar al programa Pueblos Mágicos no significa que las carencias del lugar se resuelvan como por arte de magia de la noche a la mañana. Reciben fondos privados, federales y estatales, pero el municipio también está obligado a cooperar; se les ayuda con señalización, folletería y capacitación; se mejora su imagen urbana; a los pobladores se les acerca a las pymes para iniciar pequeñas empresas turísticas; se les dota de servicios como alumbrado, tratamiento de aguas residuales y de basura, sanitarios y estacionamientos, entre otros; además de asistencia técnica en cuanto a desarrollo de productos, planes de desarrollo urbano e impacto ambiental.

Pero todo esto es solamente el principio. Aprovechar estos apoyos e instrumentos para que su ingreso al programa sea provechoso es responsabilidad de la localidad.

El propio Rodolfo Elizondo explica que Pueblos Mágicos es un programa cuyos resultados todavía no son medibles, aunque han captado, en la mayoría de los que ya forman parte de él, que ha habido un impacto positivo en los pueblos, donde se han generado hostales, pequeños hoteles y algunos otros comercios.

La gran oferta turística de nuestro país se concentra en el segmento de playas y a México le urge diversificarse para pelear por los grandes mercados de turistas que siguen las corrientes de moda mundial, como el ecoturismo, turismo de aventura, el rural y el cultural. Por esta razón, de las treinta localidades que ya forman parte de Pueblos Mágicos, únicamente dos: Bacalar, en Quintana Roo, y Todos Santos, ambos de muy reciente ingreso, se encuentran cerca del mar.

Pueblos Mágicos es parte importante de esta imperiosa estrategia de diversificación y por ello el secretario de turismo se lanza a pronosticar que el programa no desaparecerá en la próxima administración federal y que, por el contrario, los fondos canalizados podrían crecer de los 177 millones a 300 millones de pesos durante el gobierno de Felipe Calderón. Claro, él sabe por qué lo dice.

Por lo pronto, en la lista de espera hay anotados veinte lugares más que desean ser Pueblo Mágico, solicitudes que, afirma Elizondo, se resolverán el próximo sexenio.

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Modificado el ( miércoles, 11 de junio de 2008 )
 
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