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Cuando vayas a Tlaquepaque, no dejes de visitar Guadalajara PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
domingo, 14 de diciembre de 2008

Tlaquepaque, de pueblito de artesanos a destino sofisticado

TLAQUEPAQUE. Hace cuarenta años, Guadalajara era una de las ciudades de México más conocidas en el mundo y Tlaquepaque era un pueblo de alfareros que se encontraba a sus orillas. La única razón que los turistas encontraban para ir a ese poblado, era comprar artesanías de barro.

Pero hoy, Tlaquepaque está convertido en un sitio sorprendente. Con base en la determinación de sus artistas, empresarios y autoridades, se auto transformó, evolucionó, para cristalizarse en uno de esos peculiares casos, muy contados, de pequeñas poblaciones que se tornan en rincones cosmopolitas e iconos turísticos de sus estados. Ejemplo de ello son San Miguel de Allende y Todos Santos. No obstante, el empuje y talento de la gente de Tlaquepaque ha sido tan fuerte y vertiginoso, que ya supera, por mucho, a esas dos ciudades de Guanajuato y Baja California Sur, respectivamente.      

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2008 Julio 27

Cuando vayas a Tlaquepaque, no dejes de visitar Guadalajara

Esta tradicional localidad de Jalisco ya no es más aquel sencillo pueblito de artesanos; guarda ese sabor, pero hoy se muestra como un centro artístico, cultural, hotelero y gastronómico sofisticado, que no le pide nada a ningún otro destino de México

TLAQUEPAQUE. Hace cuarenta años, Guadalajara era una de las ciudades de México más conocidas en el mundo y Tlaquepaque era un pueblo de alfareros que se encontraba a sus orillas. La única razón que los turistas encontraban para ir a ese poblado, era comprar artesanías de barro.

Con el tiempo, la capital de Jalisco creció, se desbordó y engulló a los municipios aledaños. Así, San Pedro Tlaquepaque simplemente pasó a formar parte de Guadalajara, como un barrio más, donde comenzaron a surgir galerías y restaurantes para turistas, que se agregaron a lo que ofrecía el legendario Parián.

Durante muchos años, Tlaquepaque fue un apéndice de Guadalajara, un pueblito que guardaba su encanto decimonónico, pero sólo era un sitio más de la oferta turística de la gran ciudad, el cual únicamente ameritaba un mañana para comprar platos y jarrones, para luego comer platillos mexicanos escuchando mariachis en el Parián. Siempre tuvo una personalidad propia, muy local y vernácula, pero no independencia.

La primera gran nota la dio Tlaquepaque a mediados de la década de los 70 del siglo pasado con la aparición de Sergio Bustamante y su galería que sorprendió a propios y extraños. Sus fantásticos soles y lunas vivientes y su fauna extraordinaria fueron un atrevimiento, un paso adelante que rompió con la típica artesanía tlaquepaquense de vajillas y vidrio soplado. Quizá sin proponérselo, el joven arquitecto de la Universidad de Guadalajara, oriundo de Culiacán, pero tapatío por adopción, recién llegado de Amsterdam donde vivió dos años, había abierto la puerta e iniciado el camino para convertir a Tlaquepaque en un reducto de arte cosmopolita que le llevaría a cortar el cordón umbilical con Guadalajara.

Nace un destino

A poco más de tres décadas de distancia, hoy el pueblo de Tlaquepaque está convertido en un sitio sorprendente. Con base en la determinación de sus artistas, empresarios y autoridades, se auto transformó, evolucionó, para cristalizarse en uno de esos peculiares casos, muy contados, de pequeñas poblaciones que se tornan en rincones cosmopolitas e iconos turísticos de sus estados. Ejemplo de ello son San Miguel de Allende y Todos Santos.

No obstante, el empuje y talento de la gente de Tlaquepaque ha sido tan fuerte y vertiginoso, que ya supera, por mucho, a esas dos ciudades de Guanajuato y Baja California Sur, respectivamente.       

De forma paradójica, tanto San Miguel como Todos Santos están catalogados por la Secretaría de Turismo como Pueblos Mágicos, y Tlaquepaque no. Y si alguna localidad del país llena los requisitos para serlo, es precisamente éste.

Si antes bastaba la mitad de un día para visitar Tlaquepaque, ahora es un destino que el viajero no agota en tres o cuatro días, por lo menos.

Tlaquepaque está erigido en un destino independiente de Guadalajara, que por sí solo bien merece una visita de varios días. En un espacio pequeño ha logrado conjuntar una oferta con todos los elementos para que el visitante no tenga que salir de ahí sin antes recorrerlo completo, conocerlo todo, devorarlo íntegro, desde su arte hasta su gastronomía, pasando por su arquitectura.

Es el nacimiento de un nuevo destino turístico, lleno de galerías mágicas y absorbentes, de restaurantes de alta calidad con variada gastronomía y cocina mexicana sofisticada, con una seductora vida nocturna, además de guardar las tradiciones del mariachi, el tequila y los antojitos, como la birria y las tortas ahogadas.

A todo esto hay que agregar el surgimiento de hoteles boutique, viejas casonas convertidas en centros de alojamiento con pocas habitaciones, decoradas con gusto y donde, para sentirse en casa, el huésped puede bajar en bata por la mañana y servirse un café o un jugo en la solitaria cocina.

La calle Independencia

La calle Independencia es el eje axial de Tlaquepaque. Y, más que eso, es el corazón y nervio turístico del pueblo. Es un corredor peatonal de viejas y señoriales casonas donde se concentra la mayor parte de las galerías, restaurantes, bares y tiendas, aderezado con algunos vendedores ambulantes de artesanías y pinturas, helados, tejuino, jericayas y dulces, además de espectáculos callejeros de mimos, bailarinas y músicos.

Es la esencia del lugar y, como un hoyo negro, chupa el tiempo haciendo el día corto e insuficiente.

Después de desayunar en cualquiera de los pequeños hoteles donde el visitante debe hospedarse, como La Villa del Ensueño o la Casa Tlaquepaque, un hotel-galería donde cada cuarto en lugar de número lleva el nombre de un artista local y está decorado con la obra de éste, hay que lanzarse a recorrer la calle Independencia, para disfrutar sin prisa de cada una de sus galerías.

Entre muchas otras, están la galería La Morada, la de Rodolfo Padilla, con sus mujeres caderonas y sus enormes jirafas y vacas de cerámica, fauna de aspecto infantil que deslumbra; la de Agustín Parra, con sus religiosas piezas de anticuario, señoriales y sobrias; la del mítico Sergio Bustamante, que ya incursionó en el diseño de accesorios y zapatos; la IO, donde su dueño, Ernesto Cruz y su esposa Carmen Vera, acepta que todo lo que expone son piezas decorativas, aunque en realidad su objetivo es crear mundos aparte. “Nos gusta hacer objetos que la gente pueda heredar, que atesore, que pasen de generación en generación; no queremos hacer cosas desechables”. No lo dice, pero de sus palabras y sus gestos se deduce que su idea es trascender por medio de lo que sus manos crean: candelabros, mesas, sillas, camas rebosantes de sensualidad cuyos precios no son bajos, pero tampoco caros.

Enfrente de IO se encuentra la galería La Antigua, un palacete que recuerda que alguna vez en Tlaquepaque edificaron sus lujosas casas de campo los ricos de Guadalajara. En la enorme estancia principal y las recámaras laterales se encuentra la galería, de donde se sale a un gran jardín central, antecedido por una reja y un letrero que advierte que, a partir de ahí, el resto del inmueble es propiedad privada a donde no se puede pasar. Es un gran patio con céspedes, fuentes y esculturas, con otro contiguo donde se encuentra la alberca y una especie de veranda sostenida con columnas de cantera; al fondo está la casa donde habitan los dueños.

La Plaza Canela

Servando Canela es un hombre singular. En su vida ha hecho de todo, desde vendedor de lavadoras de puesta en puerta, cargando la lavadora, hasta mecenas de toreros, restaurantero y propietario de galerías. Hoy es un próspero hombre de negocios al que no le gana la seriedad, disfruta de la vida, es bohemio, buen conversador y un emprendedor sin descanso.

Radicado en Querétaro, donde tiene negocios, en Morelia posee, junto con su hija Cynthia, el restaurante más famoso de la ciudad: San Miguelito. Es uno de los empresarios que ha impulsado la transformación de Tlaquepaque, donde tiene la galería Casa Canela. Pero, no conforme con eso, en la calle Independencia acaba de abrir la Plaza Canela, un espacio de creadores.

Se trata de una antigua casona que rescató y remozó, cuyo ombligo es un patio central cuadrado, donde funciona un restaurante, con portales por los cuatro costados donde se ubican las habitaciones, hoy convertidas en tiendas y galerías de todo tipo de artesanías: desde ropa de Pineda-Covalín, hasta muebles de madera tallada, artesanías de vidrio, lámparas, ángeles y arcángeles, bolsas de mano y accesorios, artículos de piel, perfumería y cosméticos, jabón arte, cestería, objetos  y cuadros religiosos. Al fondo de la finca construirá un hotel boutique, con unas cuantas habitaciones.

Durante su inauguración, Sergio Bustamante, que fue el padrino, afirmó que este nuevo lugar es un espacio para que los artesanos con calidad puedan mostrar sus obras.

El inmueble es invaluable, tánto, que Servando Canela rechazó la oferta de compra de un egipcio que le ofreció siete millones de dólares para convertirlo en hotel.

De esta manera es como Tlaquepaque ha ido evolucionando hasta convertirse en el gran destino turístico que es hoy. Para disfrutarlo, hay que recorrer con calma la calle Independencia y ver todo lo que ofrece, hasta llegar al Parián si lo que se busca es el tradicional restaurante de comida mexicana y mariachis, o caminar media cuadra más y llegar al El Nahual, de alta cocina nacional y italiana, donde no hay estridencia de trompetas y guitarrones, sino la suavidad de un piano y un chelo.

Pero no todo se concentra en la Independencia. También hay que caminar por la calle Juárez y en el trayecto el visitante va escuchando las diferentes músicas que escapan de los locales: rock pesado, canciones de los 80, de los Beatles, variedad que se confirma al llegar a la Plaza de Artesanías, donde un arpa acompaña la cena de los comensales en La Mata Tinta, un restaurante-galería que atiende su joven dueña Ana Liz Taylor.

Tlaquepaque ya no es más aquél sencillo pueblito de artesanos; guarda ese sabor, pero hoy se muestra como un centro artístico, cultural, hotelero y gastronómico sofisticado, que no le pide nada a ningún otro destino de México.

Así como en Quintana Roo su parque más famoso acuñó la frase de: “Cuando vayas a Xcaret no dejes de visitar Cancún”, ahora aquí pueden decir: “Cuando vayas a Tlaquepaque, no dejes de visitar Guadalajara”.

DETALLES

Para hospedarse

* Hotel-Galería Casa Tlaquepaque

www.casatlaquepaque.com.mx

* La Villa del Ensueño

www.villadelensueno.com

Para comer

* Restaurante Adobe

(33) 3657-2792

*El Nahual

(33) 3044-2525

* Casa Canela

www.plazacanela.com

* Casa Fuerte

www.casafuerte.com

*La Mata Tinta

www.lamatatinta.com

Galerías más recomendables

*Sergio Bustamante

www.sergiobustamante.com.mx

* Plaza Canela

www.plazacanela.com

* IO

(33) 3657-3455

* Rodo Padilla

www.rodopadilla.com.mx

* Agustín Parra

www.agustinparra.com.mx

*Antigua de México

www.antiguademexico.com

* La Morada

www.davidluna.com

MINIAGENDA

Además de sus galerías y restaurantes, en Tlaquepaque hay que visitar:
 * Centro Cultural El Refugio.

* Museo Pantaleón Panduro.

* Jardín Hidalgo.

* Medallón de Bronce.

* Parroquia de San Pedro.

* Santuario de la Soledad.

* Museo Regional de la Cerámica.

* Casa del Artesano.

* Mercado Municipal.

 

PIE DE FOTO: Inauguración de Plaza Canela, el 3 de julio de 2008 ATM

Milenio Diario. Suplemento TornaVuelta.

Modificado el ( sábado, 02 de mayo de 2009 )
 
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