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Ek' Balam, la nueva ciudad maya en Yucatán PDF Imprimir E-Mail
escrito por Gustavo Armenta   
martes, 15 de julio de 2003

2003 julio 15

Ek’ Balam, la “nueva” y sorprendente ciudad maya en Yucatán

*Dos esculturas de seres alados, que asemejan ángeles, causan polémica

*Entre lo novedoso de la entidad, está el espectáculo de Teatro Indígena, una innovadora forma de mostrar las costumbres locales

Mérida. Don José trata de burlarse de mí con ironía en la camioneta, mientras regresamos a Mérida. Él es un experimentado guía de turistas y no aceptar la teoría de que en Ek’Balam hay Ángeles. Yo sólo le digo que no es invención mía, que simplemente repito lo que me dijo la secretaría de Turismo del estado.

Y es verdad. Carolina Cárdenas, secretaria de Turismo de Yucatán, se emociona cuando lo platica: “Ek’Balam está causando revuelo entre los antropólogos por tener la pirámide más grande del mundo maya; por estar más al norte de lo que se supone habitaron los mayas y por tener seres alados”, dice vehemente con una chispa que le brota en los ojos.

Para ella no hay duda: se trata de ángeles. Y se pone más esotérica cuando detalla que uno de ellos tiene la yema de su dedo medio tocando la del pulgar, como si fuera una seña divina.

Carolina se refiere a dos esculturas de estuco que se encuentran en lo alto de la pirámide principal de Ek’Balam, una nueva zona arqueológica de Yucatán –valga la contradicción--, que en la espalda llevan algo que asemejan alas en un estilo diferente en el detalle, pero similar en la forma que describe la mitología cristiana a las de los ángeles.

Pero para don José y para los arqueólogos que han trabajado descubriendo esta ciudad prehispánica, se trata de personajes de la realeza ataviados con ropas ceremoniales.

Sin embargo, cuando se les mira, lo primero que viene a la cabeza es que, efectivamente, son seres con alas, aunque haya que aguantar el escepticismo y las ironías del curtido guía.

El estado de Yucatán se encuentra muy lejos del centro y norte del país, y aunque tiene muchos motivos para ser visitado, tan sólo conocer la ciudad de Ek’Balam vale el viaje.

Ubicada a 190 kilómetros de Mérida –se llega en dos horas por autopista--, por principio de cuentas se entra en ella caminando sobre un sacbé –camino blanco— original;  y fue una ciudad estado cuyo centro sagrado, de aproximadamente un kilómetro cuadrado, estaba resguardado por tres murallas.

Otras de sus peculiaridades son que la Acrópolis, su pirámide principal, tiene una fachada de 160 metros de largo, la mayor conocida para una construcción maya, con habitaciones en la base cuyas puertas miden 2.20 metros de altura, algo inusual para la baja estatura de los mayas.

Pero lo más espectacular es que en su parte superior hay una puerta con la forma de un monstruo de fauces abiertas y enormes colmillos. En los ojos sus pupilas son estatuas antropomorfas, una de las cuales tiene una pierna afuera de la cuenca, como si quisiera salirse de ella. La fachada está llena de relieves y en una de sus esquinas es donde se encuentran las estatuas de los seres alados.

Ek’Balam, abierta al público en 1997, aún es visitada por poca gente, pero seguramente en el futuro será una de las principales atracciones turísticas del sureste mexicano.

Después de visitar esta sorprendente metrópoli maya, una buena opción es invertir una hora y media más de carretera para llegar a Izamal, una antigua ciudad sagrada de los mayas que hoy es un pueblo pintado todo de ocre donde conviven construcciones coloniales con prehispánicas. Inclusive, hay casas donde en sus patios existe una pirámide.

Su principal atracción es un convento franciscano construido a mediados del siglo XVI sobre la base de una pirámide, que hoy es la meca para los devotos de la Virgen de Izamal. Este lugar, que luce un enorme atrio circundado por arcos de medio punto sobre columnas de cantera, tomó relieve mundial en agosto de 1993 cuando recibió la visita del papa Juan Pablo II.

Después de recorrer Izamal, el día puede continuar placenteramente regresando a Mérida para detenerse a las orillas de la ciudad y comer platillos típicos en la Hacienda Teya, que data del siglo XVII. No hay que olvidar que la gastronomía yucateca es una de las más variadas y sabrosas de la cocina nacional.

Teatro Indígena

Al terminar de comer, la siguiente recomendación es asistir a la función del Teatro Indígena “Herencia viviente”, en la localidad de Ticopó, a diez minutos de la Hacienda Teya.

Este espectáculo es uno de los nuevos productos turísticos del estado, en el cual el gobierno invirtió tres millones de pesos para la construcción del teatro, que no tiene nada que ver con el concepto que conocemos como recinto.

Las butacas son un largo graderío de piedra con techo de madera y el escenario es un campo al aire libre donde se reconstruyó un pueblo maya contemporáneo.

La escenificación es sorprendente, emotiva y conmovedora, ya que está muy lejos de ser el clásico folclor de plástico para agradar a extranjeros, como es el caso de Xcaret, en Quintana Roo.

“Esto no es folclor, sino el resultado de una investigación muy seria”, explica Delia Rendón, directora de la empresa y el laboratorio de teatro que ha realizado los estudios sobre la vida cotidiana de las comunidades indígenas yucatecas.

Son 470 actores en escena que simultáneamente muestran siete momentos en la vida común de los mayas: cómo trabajan, cómo viven, cómo celebran, cómo entierran a sus muertos.

Quizá el secreto para haber hecho un espectáculo tan bien logrado, se deba a que, con excepción de dos o tres artistas profesionales, todos los demás son gente común y corriente, hombres, mujeres y niños que vive en los alrededores de Mérida y a los cuales cada día de función se les recoge en autobuses y al terminar se les lleva de nuevo a sus comunidades y rancherías.

Para los turistas el boleto cuesta 120 pesos, pero los miembros de las comunidades indígenas entran gratis.

Cuando viaje a Yucatán, no se lo pierda, seguramente pasará 70 minutos de diversión y cultura poco comunes en México.

Terminar el día en Mérida es cenar en alguna de las muchas opciones que ofrece en restaurantes y lugares para bailar, además de recorrer la ciudad que en sí misma es una joya arquitectónica. Pero si es sábado, lo recomendable es aprovechar que este día las calles del Centro Histórico se vuelven peatonales y de las ocho de la noche a las dos de la mañana los restaurantes instalan mesas en los arroyos donde se puede escuchar conciertos de todo tipo de música y ver desfiles carnavalescos. Así se disfrutan más las noches calurosas de esta ciudad que conserva el esplendor de sus épocas de bonanza henequenera.

Revista 7Cambio

Modificado el ( martes, 06 de noviembre de 2007 )
 
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